martes, 13 de abril de 2010

Sartyanemán «el de las cinco castas» Parte I

Cuando Negoy, hijo de Ramán, hubo cumplido siete años, entró en la estancia donde su padre meditaba, y con gesto respetuoso fue a ponerle su mano en el hombro; el padre volvió de la abstracción.
—Hola hijo —dijo Ramán abriendo los ojos—, ¿qué te preocupa?

Negoy se sentó entonces en su regazo.
—Padre, ¿con qué niños se me permite juntarme? ¿Con quién es preferible que juegue o que hable?

—Pues con aquellos que tú elijas, claro—dijo el padre— , ¿por qué esa pregunta?

El niño titubeó, y miró a su padre como buscando la verdad en lo que había dicho.
—Pedwa, una niña que está en la escuela, me dijo que había varias clases de personas, y además yo lo he visto, adentro en la ciudad; unos van bien vestidos y hablan bien, otros, que luchan, son más fuertes y van armados, otros son más pobres, y hay otros que he visto, que parece que se van a morir pronto, y la gente se aleja a su encuentro. ¿Con quien puedo jugar yo?

Ramán comprendió entonces, su hijo hablaba del sistema de castas.
—Ve por ahora, Negoy, luego te responderé.

La situación en Jumea era así: al ser una ciudad-poblado donde la mayoría se dedicaba al cultivo de tierras y tareas semejantes, nunca había existido esa diferenciación que sí se daba en las ciudades más habitadas e industrializadas. Ramán se había dado cuenta, gracias a la pregunta de su hijo, que aquel sistema de castas de las ciudades vecinas estaba comenzando a darse también en Jumea.

Después de que hubo pensado durante la tarde, fue al cuarto de su hijo cuando se preparaba para dormir.
—Descansa Negoy, mañana marcharemos a la ciudad, y te daré una respuesta.

Al siguiente día temprano, padre e hijo anduvieron callados hasta que se internaron en Zadhua, así se llamaba la ciudad más próxima. Atravesaron calles atestadas de mercaderes ambulantes, encantadores de serpientes, faquires y yogis, adoradores de Shiva o de Vishnú, o de Krishna o de Ganesha, vieron gente que reverenciaba ante las estatuas, que pedía limosna o que encendía incienso a la puerta de algún templo. Desfilando ante sus ojos una ciudad con un ritmo y un bullicio al cual no estaban acostumbrados; los bazares se sucedían repletos de alhajas, de telas de mil colores, de pieles de todo tipo. Vieron también muchos puestos de animales, cientos de sacos con especias o infinitas cestas de fruta.

Después de una caminata, ante un palacete amarfilado, se detuvieron.
—Ahora veremos a un grupo de Brahmanes —dijo Ramán— y desayunaremos con ellos.

Negoy siguió a su padre entre las laberínticas estancias hasta que dieron con un salón principal, donde estaban reunidos aquellos hombres. Tras las presentaciones y después de que hubieron acreditado el sultanato de Ramán, le invitaron a sentarse y desayunar con ellos.

3 comentarios:

Cristina Puig dijo...

Excelente historia Iskandar, me ha encantado. Ya tengo ganas de saber cómo continuará. Si necesitas documentación o algo sobre India, mi tío tiene lo que no está escrito:)Un abrazo Morbeth

Anónimo dijo...

Lo estas consiguiendo, tengo ganas de que sea martes de la semana que viene para leer la 2º parte.

Besitos prilios!

Darka Treake dijo...

En serio, tio, eres un crack. tu eres el verdadero crack. ajajaj
cada vez que te leo me maravillas más.
Cómo lo haces?
A ver si llega el martes para conocer el consejo de Ramán a su hijo...

En serio, no sé de donde sacas ideas, o donde buscas las palabras, pero eres bueno...
Este gran relato que nos has ido presentando en fascículos, te está quedando genial. buenísimo. qué pena que toque a su fin...

un saludote!!!
Darka.

PS: El primer finde de mayo iré a palma! a ver si nos vemos!!!
reservame un hueco!!