martes, 16 de marzo de 2010

Erhemán «el que domina a los elefantes»

Cuando se cumplieron doscientos días del año de las elecciones de Jumea, nació en la ciudad un brote de lo que apodaron “peste elefantina” que comenzó por extenderse entre estos animales.
Todo el pueblo vio asustado cómo deambulaban moribundos y agónicos aquellos gigantes —los del gran paso— y pronto las gentes fueron recluyéndose en sus casas, por temor al contagio. Sabían que, continuando las calles repletas como estaban, no tardaría la ciudad entera en coger la enfermedad. La situación era desesperada.
Había una dificultad que se añadía a una situación como aquella y es que los elefantes, por ser considerados de origen divino, eran sagrados; es decir, no podía matárseles, ni conducirlos fuera del poblado, ni alterar sus designios. Tampoco podían hacer arder a los cadáveres, que seguían descomponiéndose, así que la peste se propagó con más celeridad.
La creencia popular que se formó en aquellos días fue que los elefantes, que eran dioses encarnados, enfurecidos con los pecados del hombre habían decidido castigarlo con la representación del sufrimiento. Así entonces los animales arrastraron sus pasos por el interior del poblado, colmados de pústulas y abscesos; con sus cuerpos enfermizos difundían el padecimiento por el aire, desparramando su rencor al ser humano, hasta que ultimadas sus fuerzas se desplomaban impetuosos al suelo. Nadie hizo nada, pues aquello significaba enfrentarse a las divinidades, intentar cambiar eso conllevaría a un castigo mayor. Pero Ramán de los cinco nombres actuó.

El joven aldeano, que en su día había renunciado a dar a conocer su habilidad, comprendió que ahora actuaban fuerzas mayores a su intención y, con el gesto de asentimiento de su esposa, en la mañana del día treinta y siete desde que apareciese la peste, salió a la calle.
A medida que se conducía por entre los caminos la gente desde el interior de sus casas se asomaba, entre curiosa y pasmada, para ver quien de los suyos osaba enfrentarse a una muerte segura. Cuando se detuvo ante uno de los elefantes, algunos le creyeron un loco por exponerse de aquella manera, la mayoría le injurió por querer objetar a los dioses.
El animal yacía postrado en el polvoriento suelo, con las patas delanteras flaqueándole, mientras se debatía en una respiración forzosa. Tenía la cara y el cuerpo manchados de llagas purulentas. Los ojos, envueltos en un cúmulo de legañas blancuzcas, miraron directamente a Ramán. El joven extendió el brazo y fue a poner su mano en la frente del animal. Durante unos instantes ni uno ni otro se movió lo más mínimo. Luego, el hombre murmuró algo. Ocurrió en aquel momento, para asombro de todos cuantos lo estaban viendo, que el elefante se incorporó trabajosamente, y se encaminó fuera del poblado, perdiéndose entre la selva.
Durante cuatro días que siguieron al suceso, se repitió lo mismo con los otros elefantes contagiados, en esos días se vieron también a los elefantes que estaban sanos cargar con los muertos y llevárselos. Cuando todo hubo acabado, Ramán se despidió de su hijo, de su esposa y de su padre, salió él también del poblado, y nadie supo de él en una temporada. Cuando la gente se atrevió poco a poco a poblar las calles, intercambiando rostros incrédulos, fue inevitable que constantemente desviaran la mirada a aquel lugar; allí dónde habían ido a morir los elefantes.

2 comentarios:

Blonde Redhead dijo...

Maese, voy a cobrar derechos de autor... xD

Una pena que Erhemán se haya marchado con los elefantes...¿Volverá? :)

Creo que alguien por aquí se está formando un Mundo bastante interesante...
¡Y yo quiero seguir sabiendo sobre este cuentito! :)

Un besazo rojo!

<:o) jajjajjajaja

Darka Treake dijo...

Ramán el de los cinco nombres...
Erheman, el domador de elefantes, y ahora viene Aridemán!!

Pero que grande eres!!!
Me ha gustado mucho. Aunque me han dado mucha mucha pena, las pobres criaturas.
Intento imaginar lo que sería creer a tamaños animales como dioses encarnados... Debe ser impresionante, no? ver un dios, con tus propios ojos, así de inmenso, un animal que es a la vez paz y monstruosidad...

Muy buen relato, Iskandar, como siempre, a la alruta de las espectativas!!

Voy a por Aridemán!!
Que ultimamente estaba descolgado del todo!

1abrzote!!!
Darka.