martes, 11 de mayo de 2010

Sartyanemán «el de las cinco castas» Parte V

…y para los Shudras están el trabajo físico y el servicio a los demás (Bhagavad-gita 18.44)

Desde que amaneciera los arrozales habían estado en continuo movimiento; hombres, mujeres y niños segaban, recolectaban, cargaban, en una agitación sin descanso. Desde lejos se asemejaban esas personas a una colmena de insectos atareados, por sus hoces diligentes, sus sacos cargados a la espalda, y sobretodo por aquellos rostros inexpresivos, callados y silenciosos.

Cuando Ramán y Negoy llegaron a media tarde apenas desviaron la mirada; cuando vieron que aquel hombre y su hijo se pusieron a trabajar junto a ellos ni siquiera cesaron en sus tareas. Mientras cargaba un saco, una señora les dijo:
—¿A qué habéis venido aquí?
—Queremos trabajar este campo como vosotros, por esta tarde.

Algunos que había cerca se volvieron ligeramente hacia ellos, pero aún con las manos ocupadas.
—¿Por qué? —dijo una muchacha no mucho mayor que Negoy.
—Quiero que mi hijo conozca la vida de los Shudras —contestó Ramán, y los demás callaron.

Y trabajaron toda la tarde, hasta que ya el sol les dejó por occidente, y la luz que hasta ahora les permitía trabajar la tierra les abandonó. Entonces se sentaron algunos sobre la paja y comieron algo.
Un hombre, después de haberse llevado algo de comida a la boca comenzó a hablar, mirando al suelo.
—Así que quieres ver cómo son los Shudras, niño. Nosotros, los que solo nacen una vez.

Varios de los que estaban de pie se sentaron, curiosos.
—Las castas superiores, la boca, los brazos y las piernas de Brahma, nacen cuando su madre les saca al mundo, y vuelven a nacer cuando se inician en su casta. Nosotros, los siervos y esclavos no tenemos ninguna categoría para ello. Nosotros, que somos la última casta, tenemos prohibido leer las santas escrituras, no nos es permitido tener ninguna propiedad, y hemos de exponer nuestra vida al capricho de las otras castas. No tenemos honor, ni integridad, ni derechos, ni puede mostrarse respeto por nosotros, pues así lo dicen las Leyes. Somos los pies de Brahma.

El hombre calló, los demás Shudras no dijeron nada. En sus caras se vio reflejada la amargura de quien recuerda de nuevo su propia desdicha, las palabras les habían hecho recordar lo mísero de su existencia.
Ramán, también afligido, acertó a preguntar:
—¿Has entendido esto Negoy?

Negoy, en su inocencia, en esa estancia breve que dura hasta que el entusiasmo de la vida desaparece, no pudo sino quedarse pensativo. Y vino a dar una respuesta, la respuesta más simple que a veces solo se encuentra en la cabeza de un niño.
—No lo he entendido padre —dijo, y varias caras se le volvieron —si me quitaran los pies yo no podría andar.

Algunos Shudras casi sonreían.

2 comentarios:

Darka Treake dijo...

Grandioso!
Muy grande, Iskandar.
Eres un escritor magnífico!
Nos has enseñado grandes lecciones a lo largo de todo este relato que narra una parte de la vida de Ramán.
¿Termina aquí?

La reflexión del niño es... digna de ser mostrada a todos los politicuchos y apoderados del planeta!

Ahora tendras que agrupar todos estos escritos en uno, pues con ellos llegarás lejos!!!

Escribes muy bien, no dejes de hacerlo nunca!!!

Un abrazo gigante!
Darka.

Blonde Redhead dijo...

Yo también ando con poco tiempo para mí pero te leo igualmente, cuando puedo.

Just Listen:

http://www.youtube.com/watch?v=Z-K05oBku10