miércoles, 30 de junio de 2010

Cuando hierve la tinta

Un pensamiento, de espíritu inquieto, caracolea vertiginoso por entre las redes mentales de uno. Lo hace desde el subconsciente y de un modo tal que arrastra consigo otros pensamientos afines hasta que tiene lugar un golpe repentino de algo que tarda en apreciarse, un coletazo de inventiva, y entonces sucede que se incuba una idea.
Es el mal del escritor.

Puede sufrirlo a cualquiera que sea la hora, en el más insospechado de los lugares; venirle los padecimientos una tarde en el cine, o en el desayuno de la mañana, e incluso cuando está dormido. Es en ese momento en que se siente bullir despabilado un brote de ingenio, como si algo corrosivo surcase los entresijos del cerebro; cuando se nota pugnar las palabras por salir al exterior es que tienen que ser escritas. Y te muerden si no lo haces.
Se sufre el ataque de una insistente corriente de asociaciones, las expresiones se agolpan a punto de estallar en la boca, y un punzante bolígrafo se adhiere raudo a la mano. Las piernas, autómatas, se orientan al escritorio, la silla se agarra el cuerpo, los brazos se predisponen, la vista se lanza al folio en blanco. Imposible conciliar el sueño, todo lo demás está fuera de lugar. La ilusión lo absorbe a uno y la idea deja de ser suya, ahora es él el que pertenece a la idea.
En breve, y de forma acuciante, se advierte el deslizarse de letras caprichosas, trazos agresivos que roen el papel hasta deslustrar lo blanco y convertirlo en un sinnúmero de rayas de tinta. La mano agitada anotará frases que ni siquiera se habían pensado y palabras que ni se recordaban aprendidas. Y unas pulsiones desconocedoras harán mella en lo oculto de cada uno, todo mientras dure el delirio. Amigo, entonces se estará rasgando el Velo de Maya, porque no escribe uno, sino el otro.

Cuando tiene lugar el fin del sortilegio uno se despierta como de una borrachera. Siente jaqueca, le duele el cuerpo, le cuesta reincorporarse al mundo de lo físico, y descubre ante sus ojos una pila de hojas manchadas.

1 comentario:

Darka Treake dijo...

ajajajaja
Pero cómo eres tan bueno Sr. Iskandar, el ilustre?

Mi amigo genio, te pido disculpas por haberme ausentado tanto tiempo. No tengo perdón, pero he tenido la cabeza cupada este tiempo.

Oye, me ha encantado este texto. Has descrito exactamente lo que ocurre: el sortilegio (muy bien llamado, sí señor).

De verdad es así, te puede pillar en cualquier lugar, por ello llevo siempre (que puedo) mi cuaderno encima, para anotar y más tarde desarrollar. jeje.
A veces no puedes anotarlo, y la idea queda sostenida en el pensamiento hasta que es plasmada en el papel. A veces se olvida, y la rabia es incontenible...

¿Cómo ocurrirá? ¿Por qué? ¿Qué mecanismos neurocognitivos se dispararán ante qué estimulos para que surja en la mente la idea, esa genialidad?
Me tiene fascinado...

Me ha gustado tanto lo que has escrito... De verdad es así como ocurre.
Quiero destacar 2 de tus frases, permíteme citarte:

"Imposible conciliar el sueño, todo lo demás está fuera de lugar. La ilusión lo absorbe a uno y la idea deja de ser suya, ahora es él el que pertenece a la idea."

"Amigo, entonces se estará rasgando el Velo de Maya, porque no escribe uno, sino el otro."


No podía haber sido descrito mejor. Imposible.


Tengo ganas de verte, crack.
Agosto está a la vuelta de la esquina!! Y tengo que compensarte el feo ;)

Un abrazo!!
Darka.