miércoles, 21 de julio de 2010

Al lloro de los descreídos

El Señor expira, muerto por hermosas manos
Celestes brazos retuercen su garganta dura
Criaturas aladas, ángeles matadores
Y se pierde en el cielo la buenaventura.

Son los hijos de la fe perdida, que ahora mudan
Son los huérfanos de Dios que a medrar empiezan
Son los querubines parricidas que despiertan
Y que ahora se burlan de los hombres cuando rezan.

Se disponen ellos a despoblar las alturas
Hatillo al hombro y con las alas desplumadas
Van a caer a la tierra, nacidos de nuevo
Con manos desnudas y creencias olvidadas.

Y deambulan por las calles sin ningún cobijo
Perdidos desertores, dejando atrás un hogar
El óbito divino les llega, alicaídos,
Cuanto de fe hubo en ellos, ya no la habrá más.

Arcángel que te emborrachas en los bulevares
Bebes, y bebes para borrar la vieja gloria
Con las canciones muertas de tristes exiliados
Ahora sufre el cuerpo, ahora sufre la memoria.

Cuando ya pasan los días desde que te fueras
Y percibes del alma los primeros barridos
Sientes caer, a tu carne, una nube de plomo
Y a ahogarte vas al lloro de los descreídos.

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