martes, 22 de diciembre de 2009

Llorando por todos

Sucedió una vez solamente, y no ha vuelto a repetirse en los años que han devenido desde aquella tarde. Fue un lunes, recuerdo que tenía libre en el trabajo. Cuando hube acabado de comer y después de aburrirme lo suficiente en casa, quise salir a dar una vuelta por las calles, a dejarme absorber por la ociosidad absoluta del que no tiene nada que hacer. Al bajar las escaleras me crucé, a la altura del segundo piso, con una señora que subía. Ella me saludó, y fue por la manera en que lo hizo, que me detuve cuando ella ya no podía verme. Por la sonrisa que afloró de su semblante —me pareció llena de complicidad— tuve la certeza de que me conocía. Aquella sensación me vino por la mímica del saludo, un suave ladeo de cabeza, y por la contorsión tan ensayada y acostumbrada de los labios. Gestos tan automáticos de quien los ha repetido cientos de veces. Es como si me saludase cada día —pensé. Y, sin embargo, yo no recordaba haberla visto nunca.

Fue aquel encuentro, a la vista de los escalones, el primero de los reveses que tantas turbaciones me depararon. El segundo habría de darse en el porche del edificio cuando un niño, pecoso y encorvado, me miró animosamente y me saludó por mi nombre. No pude más que devolverle los buenos días y, más atónito que asustado, le di unos toquecitos en la cabeza. Tampoco le conocía de nada.

Una vez en la calle el frío me sacudió en la cara. Ráfagas de viento parecían despabilarme; crucé de acera con la perspectiva de que quizá aquello lograra descongestionar mi aturdimiento, y por un rato creí irse a la ensoñación. A media manzana de mi casa ya estaba convencido de que no era así; todos aquellos con los que me topaba procedían igual que la mujer de las escaleras y el niño del porche. Hordas de individuos pasaban por mi lado y brotaban, de todos sus rostros desconocidos, gestos corteses, reverencias, inclinaciones, muecas, guiños, aspavientos, ademanes, etc. Nada más variado que la parafernalia existente, entre las señas que hacemos y las que observamos, cuando encontramos a alguien que nos es conocido. La cantidad es infinita. A cada persona un gesto, de cada persona otro distinto. Aquella vez me di cuenta como ningún día. Y luego las palabras de rigor que me venían de un lado y otro de la acera, por detrás de mí, o de frente; frases del tiempo, o de negocios, o de cosechas, o de política, comentarios del tipo “vaya semanita que nos ha hecho señor Julio” o “cómo disfrutan algunos cuando hay día libre ¿eh, amigo?”; desde las informativas “cómo está la juventud” hasta las autocomplacientes “mientras haya salud…”. Éstas y más me venían allá donde viese a alguien. A caballo entre el recuerdo y el olvido, la sensación me perseguía en calles y avenidas, en panaderías, fruterías, bares, a cada uno de estos sitios entré sin que pudiera salir de ellos con un sinfín de saludos afectuosos y palmadas en la espalda de personas ajenas a mí, aunque detrás de todas aquellas caras, y esto era lo que más me aterraba, veía un atisbo de familiaridad, de todos el mismo aire conocido. Lo único era que yo no lo recordaba.

Desesperado agarré el autobús, uno cualquiera, el primero que vi venir cerca de la parada. Solo quería irme, no importaba dónde, fuera de aquel barrio que —por otra parte— era el mío, a descansar en el anonimato; si había sufrido algún lapso de la memoria lo mejor sería ahuyentarme de allí, donde todos parecían conocerme, a algún lugar donde mi persona pasara por absoluta desconocida. No funcionó.

No solo el conductor del autobús me saludó con un acento vivaz y una animosidad que ya empezaba a detestar, además de él los otros pasajeros me saludaron sin excepción. Asiento por asiento, los acomodados viraban sus cabezas al verme y se dirigían a mí. Uno de ellos apartó sus bártulos y me cedió el sitio, mientras otro, más adelante, se dirigía a mí con plena confianza. Era como si empleara ese mismo autobús a diario, yo, desde luego no lo recordaba. En un impulso súbito bajé cuando se abrieron las puertas y galopé en ninguna dirección, solo me retiré rápido, hasta que pedí a un taxi que me llevara al aeropuerto. A estas alturas de la redacción no es preciso que diga que el conductor me reconoció, como amigo de toda la vida, y durante todo el trayecto no cesó de hablarme de cosas de su vida, y de la mía, que yo ni sabía que había contado. Mis ansias acuciaron con el trayecto, y cuando llegué al aeropuerto salí del coche sin ni siquiera pagar. Las tablas de destinos me reportaron algo de ánimo, me iría lo más lejos que pudiera, a ser alguien ignorado. Recuerdo aquel como el peor momento de mi vida. Nueva Delhi, Canadá, Italia, Ginebra, Corea, Croacia, Laponia, si, ¡Laponia! Por muy recóndito que fuese el lugar, de cualquier ciudad me venían sus gentes afectuosamente, hablándome en todos los idiomas posibles que no entendía, pero que sin duda estaban cargadas de cariño y afecto, de relaciones íntimas. Con la misma efusión y ternura me saludaron ejecutivos, prostitutas, ancianos, leprosos, indígenas, esquimales, tiroleses, hasta los recién nacidos parecían reconocerme, hasta los enfermos de Alzheimer se acordaban de mí. En todos ellos vislumbré la mirada de quien ha compartido contigo gozos y penurias, rostro tras rostro, adiviné la gesta de un amigo o de un hermano que sentía por mí un grandioso apego.
Ya no recuerdo cuanto tiempo estuve viajando, cuando al ocaso de uno de los días, en alguna de las ciudades a las que viajé, me arrodillé en una colina alta, y lloré amargamente por las personas que me apreciaban, que eran muchas.

7 comentarios:

Blonde Redhead dijo...

No se por que al leerte me he acordado de este video de Embrace...

http://www.youtube.com/watch?v=jvxiFqGDdT4

Porque además es justo el lado contrario...

Pero creo que entiendo la sensación del protagonista.

Un abrazo!
Ly.

Iskandar dijo...

Hola Lydia, que bueno que sigas por aquí, y que pueda saber de ti. Ya vi el videoclip (por cierto, muy guapa la chica), aunque no tenía sonido y no se si la canción es buena o no.

Bueno, decirte que primero: tu blog no era un truño-blog, para nada; nos enseñastes dioses griegos, canciones, anuncios, videoclips, bandas sonoras, (la de August Rush, ¿llegaste a verla?)letras, ¡hasta webcomics!¿te parece poco?. Y segundo: que te vayan bien las cosas, no te diré aquello de "de cara al 2010" porque lo encuentro una tontería, así que, que te vaya bien "en lo venidero".

¡Otro abrazo para ti!

Unknown dijo...

He de decir que es un texto muy extraño, pero como siempre, muy bien escrito. Lo que más me gusta es el vocabulario (creo que esto te lo he dicho muchas veces). Hay un lenguaje muy rico y rítmico. Es difícil conseguir eso, puesto que casi siempre, o se escribe mal, o se es demasiado petulante.

Un beso enorme y disfruta mucho de las vacaciones

M.

Cristina Puig dijo...

HOla Iskandar,
Creo que has descrito de modo magistral las sensaciones del protagonista y como bien dice Favole el lenguaje es muy rico. Esa sensación de familiaridad que lo persigue de la que parece no poder escapar...

Pero al final ¿qué es lo que lo apena, porqué llora por todos ellos? eso se me escapa ¿ es que lo apena que todo el mundo tenga esa sensación, lo apena la vulgaridad de esa familiaridad, o que el no sienta lo mismo que los demás?.
Un besote, nos vemos pronto

Blonde Redhead dijo...

Hola Maese Iskan! Bon Nadal!!

¿Cómo van esas fiestas?

La peli de August Rush sí la ví! Es muy bonita, un cuento de hadas al más puro estilo Oliver Twist (cómo me gusta esa película, la versión del 68, la has visto?) :)
Y la de Hacia Rutas Salvajes también! Te deja con unas extrañas ganas de viajar, tal y como predijo alguien por aqui :P

Algún día abriré el Truño-blog 2º jajaja y te avisaré!

Por cierto, no tienes Facebook o alguna plataforma social-cotilleos?

Un besazo de temperatura 25 graditos!

Darka Treake dijo...

Qué buneo, Sr. Iskandar...
Pero hay explicación?? porque la deformación profesional me ha hecho formular agunas hipótesis... La amnesia fue una, pero la descarto. Es posible que fuera autista? Aparecen algunos síntomas... es complicado.

No sé, me ha gustado mucho.
La moraleja está clara, no te lo cuestiones tanto, y disfruta de lo que tienes.

Oye!! que ya estoy aquí, ep?
Habiamos pensado jugar el día 30. cómo te va?? pero vamos, que antes podríamos vernos para una birra. aunque tendría que ser mañana mimso!!
Prometo contestar al mail HOY. sin falta. sip??

un abrazo crack, nos vemos estos días!
Darka.

Iskandar dijo...

Me gustaría explicarlo, el texto, pero creo que todo lo leído debe tener la significación que uno le de. Me gusta esa consonancia entre el que escribe y el que lee, así que prefiero que cada uno le encuentre un motivo a la reacción del personaje. ¿No es mejor así? Porque de todas maneras, la literatura ha de ser compartida, es decir, interpretada por todos. Y, además, mis motivos pueden resultar indiferentes para algunos (que alomejor han encontrado una moraleja más suya, y más profunda).

¡Así que nada, libre albedrío de pensamientos!


P.D.: Lydia, lo siento, no tengo Facebook, aunque tengo msn; Arkon85@hotmail.com
Cris, reservame un libro de los tuyos. Macarena idem. Cristian idem. Espero veros pronto

¡Un abrazo!